El gran desafío de nuestros días en las empresas, es acortar la brecha que separa las aspiraciones y la realidad en que estamos inmersos. Diariamente estamos acostumbrados a enfrentarnos a problemas meramente técnicos, para los que conocemos las respuestas. Eso significa que podemos cerrar la brecha aplicando los conocimientos y experiencias anteriores. Sin embargo, cuando nos enfrentamos al reto de adaptarnos activamente a los cambios, la brecha no se puede cerrar utilizando solamente los conocimientos técnicos existentes, puesto que son retos a los que no nos hemos enfrentado con anterioridad. Es decir, no conocemos con certeza la solución adecuada, y la brecha no se puede cerrar con procedimientos operativos estándar. Para cerrar la brecha es imprescindible realizar cambios en las personas, crear nuevos hábitos y formas de hacer las cosas. Por lo tanto los desafíos para adaptarnos requieren que desarrollemos conocimientos y habilidades nuevas. En un reto técnico conocemos tanto el problema como la solución. Es decir, nos enfrentamos a un reto para el que ya disponemos de una solución, por lo tanto el trabajo de quienes lideran equipos de trabajo consiste en coordinar y movilizar a la gente para que hagan lo que ya saben hacer, y lo realicen bien. Eso no significa que los problemas de orden técnico sean de fácil resolución, ni que sean relevantes. Simplemente, significa que se pueden resolver dentro del marco de nuestra experiencia anterior, al que apelaremos conocimientos, metodologías y herramientas que ya tenemos incorporadas. En cambio, un desafío adaptativo exige a las personas que desarrollen una nueva manera de realizar las cosas. Y eso implica descartar algunas de las costumbres, y prácticas asumidas del pasado y sobretodo revisar nuestras creencias. Es evidente, que los desafíos adaptativos no resultan cómodos ni sencillos de resolver, y en la mayoría de los casos existen resistencias. La gente espera que quienes los lideran sean capaces de dar con la respuesta adecuada. Pero eso es imposible. El líder puede plantear las preguntas adecuadas, pero muchas veces no puede dar con la solución, porque esa solución la mayoría de las veces se encuentra en las propias personas, que deben ser capaces de cambiar y de adaptarse a las nuevas exigencias que requiere el medio. Es decir, el líder no puede eximir a las personas de su responsabilidad. La clave está en asumir que las personas de la organización son, a la vez, parte del problema y parte de la solución. Y en entender que no existen respuestas mágicas y exitosas, sino preguntas que nos permiten cerrar la brecha y guiarnos para emprender el camino correcto.